Auberge du Pont de Collonges, 40 Quai de la plage Collonges-LyonTel 04 72 42 90 90
Al llegar nos habían entregado un menú impreso y el siguiente plato eran unos salmonetes. Lo que me ponen encima de la mesa parece pescado, si, pero nada más lejos de un salmonete, un lenguado tal vez?. Le pregunto al camarero que me lo trajo (era uno menos experimentado que los demás) y efectivamente me dice que es lenguado; ante mi cara de asombro y mi pregunta se queda mudo. Al poco aparece el jefe pidiendo mil excusas por la confusión. De hecho nos trae las cartas originales donde claramente pone que este menú lleva lenguado. La cosa no quedó aquí. Al rato llega el jefe de todos los maitres y tras mil excusas nos entrega unos nuevos menus con el lenguado; fueron diligentes!!!!!!
Hace años que no suelo pedir lenguado; creo que es porque en tiempos abusé de él y me cansé un poco. Pero últimamente he comido dos muy buenos; el primero, muy tradicional en El Pescador de Madrid. El segundo éste. Son filetes de lenguado “Fernand Point “. Está emplatado con una salsa de mantequilla gratinada y era sencillamente sublime. El pescado en un punto óptimo y la salsa bien ligada qué prodigio de suavidad.
Excesivos mis calificativos? No de verdad que no, es que es otro mundo.
Para descansar un poco granizado de los vinateros del Beaujolais. Además del sabor fresco del Beaujolais llevaba crema de cassis. Cumplió su misión sobradamente.
La “volaille de Bresse en vessie Mère Filloux” fue una cosa distinta. El animal llegó entero a una mesa auxiliar acompañado de morillas, arroz blanco, zanahorias, judias y una salsa blanca muy ligera. Iba envuelto en la vessie (vejiga) y una pareja de experimentamos camareros lo prepararon: Primero cortaron la vejiga y dejaron al descubierto la carne blanquecina del animal salpicada de manchas negras de la trufa que tenía “trufada”. Luego lo trincharon y nos lo sirvieron con todo su acompañamiento. Después del lenguado no lo superó pero estaba francamente bien y los trozos con trufa no digamos.
Los quesos frescos y afinados de “Mère Richard” en un espléndido carro, con mucha variedad. A estas alturas y aunque la boca se me hacía agua, fui comedido. Un Brillat-Savarin, y cabra normalito y un Saint Marcellin de la región. En su punto los tres.
Los postres increíbles en su presentación. Trajeron tres mesas y fueron poniendo bandejas con innumerables postres; imaginad todo lo queráis y casi todo estaba allí. Tartas, créeme brulé, isla flotante, fruta.....No podía más así que una preciosa copa llena de frutos rojos bañada en vino llamó mi atención. Estaba fresquita y los frutos perfectamente macerados se deshacían en la boca y fue muy adecuado para acabar.
Yo iba a Paul Bocuse con poca fe. Pensaba encontrar un restaurante acabado recreándose en un pasado glorioso y me encontré con un servicio de altura y una cena estupenda. Es cierto que el paseo del Sr Bocuse por las mesas, un poco como atracción mediática, da un poco que pensar pero la experiencia fue positiva. La pregunta que no puedo contestar es si una cena “menos clásica” hubiese sido igual de satisfactoria o si, por el contrario, ahí hubiésemos encontrado esas carencias de las que se habla a veces. La respuesta no creo que os la pueda dar en un próximo futuro porque mis amigos son muy buenos amigos pero 50 años sólo se cumple una vez y regalos asi no abundan ;)
jueves, noviembre 02, 2006
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2 comentarios:
Felicidades por tus 5o años Ignacio. Y suerte que tienes de tener unos amigos así ;-)
Saludos,
Sí señor, que amigos más majos.
Felicidades.
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